Columna de opinión de Giovanna Amaya Peña, Seremi del Medio Ambiente, Región de O’Higgins
Comienza abril y ya observamos cifras alarmantes de
atenciones respiratorias, hospitalizaciones por virus respiratorios como la
influenza y un repunte en casos de COVID. Este escenario se repite cada año,
pero no podemos permitir que se normalice. Nuestra realidad geográfica, con un
valle que actúa como una olla a presión: la combinación de mala ventilación,
bajas temperaturas, contaminantes finos como el MP2.5 y la presencia de virus
respiratorios crea una “sopa tóxica”, con un resultado negativo para la salud de
nuestra población, especialmente niños, adultos mayores y personas con
enfermedades crónicas. La contaminación del aire no es un problema abstracto.
Las partículas MP2.5 son microscópicas, pero altamente peligrosas. Entran a
nuestros pulmones, pasan al torrente sanguíneo y están relacionadas con
enfermedades cardiovasculares, respiratorias y distintos tipos de cáncer.
Estudios científicos han demostrado que la exposición prolongada a material
particulado fino aumenta el riesgo de cáncer de mama en mujeres, sumándose
así a una larga lista de impactos graves y silenciosos que este contaminante
produce sobre nuestra salud.
Esta “sopa tóxica” se intensifica especialmente entre mayo y agosto. No es
casualidad que sea justamente ese el periodo donde se implementa la Gestión
de Episodios Críticos (GEC), cuando la Delegación Presidencial nos anuncia una
Alerta, Pre Emergencia o Emergencia Ambiental.
En el año 2013, entró en vigencia el Plan de Descontaminación Atmosférica por
Material Particulado Grueso (MP10) que nos permitió pasar de una zona saturada
por este contaminante a una zona de latencia, es decir cumplimos los estándares
ambientales que nos indica la OMS para proteger la salud humana. Sin embargo,
en ese entonces, la preocupación estaba en bajar los niveles de concentración
del material particulado fino (MP2.5). Por ello, el 29 de marzo del 2023 entró en
vigencia el actual Plan de Descontaminación Atmosférica (PDA) por MP2.5 del
Valle Central, cuya herramienta ambiental trata un plan riguroso y valiente, que
busca reducir en un 59% los niveles diarios de MP2.5.
Una de las principales fuentes de emisión de material particulado fino (MP2.5) en
el valle central de la región de O’Higgins, es el uso de leña para calefacción
domiciliaria. Por esta razón, y con el objetivo de reducir significativamente las
concentraciones de este contaminante, desde el 29 de marzo de 2025 comenzó
a regir la prohibición total del uso de calefactores, calderas y cocinas a leña en el
área urbana de Rancagua y Machalí. Del mismo modo, en las zonas urbanas de
Graneros, Doñihue, Olivar, Coltauco, Coinco, Quinta de Tilcoco, San Vicente de
Tagua Tagua, Placilla, Mostazal, Codegua, Malloa, Rengo, Requínoa, San
Fernando y Chimbarongo, se encuentra prohibido el uso de salamandras,
artefactos hechizos y cocinas a leña. Es importante destacar que estas
restricciones no aplican en las zonas rurales de las 17 comunas que conforman
la zona saturada del Valle Central, donde el uso de calefactores a leña aún está
permitido. Sin embargo, durante el período de Gestión de Episodios Críticos
(GEC), se aplica una prohibición total del uso de leña en toda la zona saturada,
exclusivamente en los días en que se declare alerta, preemergencia o
emergencia ambiental.
Estas prohibiciones se enmarcan en un conjunto de medidas concretas del Plan
de Descontaminación Atmosférica (PDA) del Valle Central, que regula fuentes
emisoras clave como el transporte, la industria, las quemas agrícolas y el uso de
leña en calefacción domiciliaria. Entre las acciones más relevantes se encuentra
el Programa de Recambio de Calefactores, impulsado por la SEREMI del Medio
Ambiente y que es financiado mayormente por el Gobierno Regional de
O’Higgins. Esta iniciativa ha permitido que, hasta la fecha, más de 12.000
familias hayan podido reemplazar sus antiguos calefactores a leña por
tecnologías más limpias, eficientes e inteligentes, como estufas a pellet o
equipos de aire acondicionado. Este año 2025, el programa continúa vigente:
hasta el 23 de abril, las familias que residan en cualquiera de las comunas que
conforman la zona saturada pueden postular en calefactores.mma.gob.cl, y
acceder al recambio de su calefactor a leña instalado por una alternativa no
contaminante.
Pero no somos los únicos en este camino. Ya en el año 2018, en el Gran
Santiago, con más de 5 millones de habitantes, se prohibió el uso de
calefactores a leña en toda el área metropolitana, incluyendo comunas con altos
índices de vulnerabilidad económica y social. Si una metrópolis de esa magnitud
pudo avanzar hacia un modelo de calefacción más limpio y seguro, ¿cómo no
vamos a ser capaces, con cerca de 400.000 personas en Rancagua y Machalí?
Esta es una meta alcanzable si contamos con el compromiso de toda la
comunidad.
Hoy enfrentamos una oportunidad histórica, proteger la salud de nuestra
población (especialmente de niños y niñas, adultos mayores y personas con
enfermedades crónicas), mejorar nuestra calidad de vida y avanzar hacia un
futuro más limpio, justo y sostenible. Este primer año de prohibición del uso de
calefactores a leña en el área urbana de Rancagua y Machalí, junto con la
prohibición de algunos artefactos contaminantes en las otras 15 comunas
urbanas del Valle Central, marca un hito clave en el proceso de
descontaminación atmosférica. En paralelo, las zonas rurales también tienen un
rol fundamental, y deben contribuir utilizando leña seca, reduciendo así las
emisiones de material particulado y colaborando con el bienestar de toda la zona
saturada.
Sabemos que toda transición profunda implica desafíos. Por eso, este proceso
debe ir acompañado de educación ambiental, apoyo comunitario y empatía
ciudadana. Los primeros años no están exentos de dificultades, pero esta política
no llegó de sorpresa, ha sido anunciada con anticipación, cuenta con respaldo
técnico y responde a una necesidad urgente. La descontaminación no es una
carga, es un derecho humano fundamental y un compromiso colectivo. Como
región, debemos estar a la altura del desafío, porque este y los futuros
inviernos, más que nunca, nos jugamos la salud de todas y todos.